Articulo de Dr. Guillermo A. Ahumada
Obispo/ Jefe de Capellanes
El reciente atentado contra el candidato Donald Trump es una clara manifestación de la intolerancia que, lamentablemente, se ha arraigado en nuestra sociedad. Este acto de violencia no solo refleja la polarización extrema de nuestros tiempos, sino que también resalta el clima de odio que, en parte, ha sido alimentado por el mismo Trump y otros líderes políticos.
Es imperativo que detengamos estos mensajes de odio, pues sólo logran separar a la comunidad y sembrar discordia entre nosotros.
La política debería ser un espacio de debate constructivo, donde se expongan ideas y propuestas para el bienestar común. Sin embargo, lo que vemos hoy en día es una triste exhibición de ataques personales y acusaciones mutuas, en la que los candidatos se dedican más a resaltar los pecados del contrario que a presentar sus propias plataformas políticas. Esto no es lo que necesita nuestro país. El público, que espera con avidez morbosidad estos enfrentamientos, se ve envuelto en una atmósfera de división y rencor que nada aporta al progreso social.
No debemos permitir que la violencia se convierta en una respuesta aceptada a las diferencias políticas. El atentado contra Trump, o contra cualquier ciudadano, no debe ser motivo de alegría para nadie. Al contrario, debe ser una razón para reflexionar sobre la necesidad de buscar puntos de encuentro y unión. Solo así podremos construir una comunidad que se sienta segura y en paz.
Los políticos tienen una gran responsabilidad en este sentido. Deberían enfocar sus esfuerzos en destacar sus propuestas y en cómo estas pueden mejorar la vida de todos los ciudadanos. Alimentar la separación con discursos incendiarios y descalificaciones solo lleva a más odio y violencia.
Es hora de cambiar el rumbo. Necesitamos líderes que promuevan el respeto, la tolerancia y el entendimiento mutuo. Que trabajen por unir, no por dividir. El odio no es el camino; la unión y el diálogo sí lo son. Detengamos el odio y la retórica que lo enciende antes de que sea demasiado tarde.
Guillermo A. Ahumada