Obispo Guillermo A. Ahumada
En una escalofriante escalada de sus políticas opresivas, los talibanes han prohibido a las mujeres afganas estudiar obstetricia y enfermería, cerrando una de las últimas vías educativas que aún quedaban abiertas para ellas en Afganistán. Esta decisión ha desatado una ola de indignación, simbolizando la traición definitiva a los derechos de las mujeres en un país sumido en la desigualdad de género y el autoritarismo.
Para muchas mujeres afganas, la oportunidad de estudiar obstetricia y enfermería representaba un salvavidas. Estos programas no solo eran un camino hacia aspiraciones profesionales; eran una fuente de esperanza, independencia y un medio para servir a sus comunidades. En un país donde el acceso a la atención médica ya es extremadamente limitado, la presencia de enfermeras y parteras mujeres ha sido crucial, especialmente en una cultura donde muchas mujeres se sienten incómodas o incluso tienen prohibido recibir atención de profesionales masculinos. Al negarles acceso a estas profesiones, los talibanes no solo están destruyendo el futuro de estas mujeres, sino también poniendo en peligro la salud de toda la población afgana.
Esta última prohibición no es un incidente aislado, sino parte de una campaña más amplia para eliminar sistemáticamente a las mujeres de la vida pública bajo el régimen talibán. Desde su regreso al poder en 2021, los talibanes han prohibido a las mujeres la educación secundaria y superior, restringido sus oportunidades laborales y establecido estrictas regulaciones sobre su presencia en espacios públicos. La eliminación de los programas de obstetricia y enfermería es un paso calculado para solidificar su visión retrógrada, donde las mujeres son relegadas a las sombras de la sociedad.
La prohibición subraya además el desprecio de los talibanes por la presión internacional y las normas de derechos humanos. A pesar de las protestas globales, estas políticas continúan expandiéndose, borrando décadas de avances hacia la igualdad de género en Afganistán.
Las consecuencias de esta decisión serán devastadoras. Para las mujeres afganas, representa la extinción de sus sueños y aspiraciones. Para la sociedad afgana, es un desastre para un sistema de salud que ya enfrenta enormes desafíos. Sin profesionales femeninas capacitadas en obstetricia y enfermería, la salud materna e infantil sufrirá drásticamente, resultando en muertes y sufrimientos evitables.
Esta política también agrava las dificultades económicas. Muchas mujeres buscaban estas carreras no solo para contribuir a la sociedad, sino también para sostener económicamente a sus familias. Privarlas de esta oportunidad agudiza la inestabilidad financiera que ya afecta a incontables hogares afganos.
La comunidad internacional no puede quedarse de brazos cruzados. Gobiernos, ONG y activistas deben intensificar su condena a las políticas talibanes y presionar para una intervención inmediata. Las sanciones, la presión diplomática y la ayuda humanitaria enfocada en el empoderamiento de las mujeres son más cruciales que nunca. Las mujeres afganas merecen la solidaridad del mundo en su lucha por los derechos humanos básicos.
La prohibición a la educación en obstetricia y enfermería no es solo un ataque a las mujeres afganas; es un ataque contra la humanidad misma. Envía un mensaje escalofriante: que la educación y el empoderamiento de las mujeres son prescindibles. Sin embargo, las mujeres afganas han demostrado una y otra vez su resiliencia frente a la adversidad. Su lucha por la justicia y la igualdad está lejos de terminar.
Las acciones de los talibanes son un recordatorio contundente del trabajo que queda por hacer en la lucha global por la igualdad de género. Se debe hacer todo lo posible para garantizar que las voces de las mujeres afganas no sean silenciadas y que sus derechos fundamentales sean restaurados. El mundo no debe permitir que esta traición pase desapercibida ni quede sin respuesta.