La cuestión central radica en cómo los gobiernos pueden, o deben, equilibrar las tradiciones religiosas con los derechos individuales. Si bien la religión tiene un papel importante en la identidad cultural y espiritual de muchas sociedades, no puede ser usada como una herramienta de represión. Imponer creencias religiosas como leyes estatales no solo erosiona los derechos humanos, sino que también socava la verdadera esencia de la espiritualidad: la conexión personal con lo divino.
El Derecho a Decidir vs. la Imposición Religiosa:
En el caso de Irán, la línea entre religión y política se ha vuelto indistinguible. Este sistema utiliza la religión no para guiar, sino para controlar, justificando incluso la pena de muerte como un castigo moralmente correcto. Sin embargo, el creciente descontento dentro y fuera del país sugiere que este enfoque tiene límites. La pregunta no es si estas leyes se sostendrán, sino cuánto tiempo podrán resistir la presión de un mundo que avanza hacia una mayor protección de los derechos individuales.
A pesar del riesgo, el movimiento feminista en Irán ha mostrado una valentía notable. Desde las protestas del movimiento "Mujeres, Vida, Libertad", iniciado tras la muerte de Mahsa Amini en 2022, hasta los actos individuales de quitarse el velo en público, las mujeres iraníes están desafiando un sistema profundamente patriarcal. Esta resistencia ha inspirado solidaridad a nivel mundial, pero también ha atraído la atención hacia la brutalidad con la que el Estado responde.
Además, estas protestas no son solo sobre el velo; son un símbolo de una lucha más amplia por la libertad individual, la igualdad de derechos y la dignidad humana. Las mujeres iraníes están reclamando el espacio que se les ha negado durante décadas, desafiando no sólo las leyes sino también las narrativas que las han relegado al silencio.
La Fragilidad de la Línea entre Religión y Derechos Humanos
Históricamente, el uso del velo ha sido un símbolo religioso y cultural que muchas mujeres eligen portar con orgullo. Pero cuando esa elección se convierte en una imposición, pierde su valor espiritual y se convierte en un acto político. Este fenómeno no solo ocurre en Irán; otros países enfrentan desafíos similares en la interacción entre leyes religiosas y derechos individuales. Sin embargo, en Irán, la cuestión es particularmente urgente debido a las consecuencias extremas y desproporcionadas que enfrenta cualquier acto de resistencia.
Desde el punto de vista de los derechos humanos, estas leyes son una clara violación de tratados internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), de la cual Irán no es signatario. Estos tratados promueven el derecho a la libertad de expresión, la igualdad de género y la protección contra castigos inhumanos o degradantes.
En Irán, la moralidad y la religión están profundamente entrelazadas con el aparato político, una simbiosis que ha dado lugar a leyes que no solo restringen, sino que castigan severamente a quienes desafían las normas impuestas por el Estado. Las recientes modificaciones legislativas que endurecen las sanciones contra las mujeres iraníes que no cumplen con el uso del velo obligatorio (hijab) han generado un debate intenso sobre los derechos humanos, la autodeterminación y los límites de la imposición religiosa. La legislación endurecida impone castigos drásticos, que van desde 15 años de cárcel, flagelaciones públicas y multas exorbitantes, hasta la pena de muerte para las mujeres que desafíen abiertamente el código de vestimenta obligatorio actos considerados como una promoción de la “desnudez” o el “mal vestir.” Este enfoque punitivo no sólo busca reprimir cualquier acto de desobediencia, sino también enviar un mensaje claro sobre las prioridades del gobierno iraní: preservar un modelo específico de moralidad pública a cualquier costo.
Sin embargo, esta postura plantea preguntas fundamentales: ¿Dónde termina la responsabilidad de un gobierno de proteger una identidad cultural o religiosa y dónde comienza la violación de los derechos individuales? La obligación del uso del velo, justificada como una norma religiosa, contradice el derecho universal a la autodeterminación. Las mujeres iraníes no están pidiendo renunciar a su fe, sino ejercer su libertad para decidir sobre su propio cuerpo y vestimenta.
Las organizaciones defensoras de derechos humanos son herramientas indispensables para fomentar un cambio. Sin embargo, el cambio real debe venir desde adentro, liderado por las voces valientes de las mujeres iraníes y de quienes las apoyan.
La batalla por los derechos individuales en Irán es más que un problema local; es un recordatorio de lo frágil que puede ser la línea entre la libertad y la opresión. El desafío no es solo para Irán, sino para todos los países que luchan por reconciliar la tradición con el progreso, la fe con la libertad, y la moralidad con los derechos humanos.
Obispo Guillermo A. Ahumada
Guillermo A. Ahumada